AEROS, UN MUNDO NUEVO - CAPÍTULO 5: UNA DURA INFANCIA

Era una bonita mañana en el mes de julio. Málaga se veía diferente. Al menos, eso es lo que notó Carlos. Quería buscar respuestas a las cuestiones que tenía. Por esa razón, aquel mismo día planteó a sus padres el asunto y terminó:
-Mamá... Papá... ¿Puedo?
Sin embargo. sus padres se opusieron a la idea del adolescente. Carlos insistió e insistió durante varios días más... ¡Sin resultado! Hasta que un día se hartó de estar allí ensimismado en sus pensamientos. Decidió partir por la madrugada sin decirle nada a sus padres...
-Lucy me marcho... Cuida de nuestros viejos...-la chica asintió y continuó durmiendo.
El muchacho cogió aquellos enseres que iba a necesitar para su viaje, básicamente lo que metió en la maleta en el día que pasó Aquello.
Estando listo para su viaje se sumergió en el silencio de una ciudad abandonada.


El hombre sabía que no debía hacer nada. Lo sabía muy bien. Sin embargo, quería investigar Esa Cosa. Por lo que tenían entendido eran los únicos que permanecían en la superficie de la ciudad y que el búnker se había hecho cargo de todos los malagueños o casi todos...
Su ciudad natal no era la provincia malacitana. Se crió en Belfast, la capital de Irlanda del norte, lugar donde pasó sus primeros años de vida. Sus padres decidieron enviarlo a un lugar seguro con motivo de protegerlo del IRA. Desde aquel suceso ha vivido en el Paseo de la Sancha.
Fue una infancia muy dura. Con solo siete años viajó solo en avión. Eso sí, su abuela Afric, cuyo nombre significa agradable, lo acogió.
Afric era una mujer tranquila, pero comunicativa y como dice su nombre, agradable. Falleció el día en el que se comunicó La Noticia.
-Hi, grandma -siempre saludaba a su abuela con su idioma natal, al llegar del trabajo- ¿Qué tal hoy?
Él sabía bien donde se encontraba Afric. El salón del apartamento era su favorito. Un lugar espacioso y luminoso gran parte del día, gracias al ventanal. La colocación de los muebles era sencilla, consistía de una televisión de última generación, un sofá confortable, una pequeña mesa donde almorzaban todos los días, una estantería donde guardaban cada uno sus libros y es que eran unos auténticos lectores.
-Are you okay? -preguntó, pero sabía que no. Afric se encontraba en el sofá tendida sin pulso, sin respirar, sin esa sonrisa que recibía al pequeño Wil cuando llegaba de la academia de castellano, sin nada...
Wilson recordó a su abuela aquella noche. El día que ocurrió lo de la Gran Bola y la inesperada muerte. Entonces, lo llamó Wells, su jefe, una persona un tanto arisca con los principiantes. Wilson no podía quejarse, bastante había pasado ya.
-¡A qué espera! ¡Deje lo que esté haciendo y ven ahora mismo!
No sabía que hacer con su abuela. Por el ventanal vio a miles de personas dejando su hogar y dirigiéndose al sur, hacia el gran búnker... No se lo pensó dos veces. Tapó a su abuela con la sabana que recibió de ella en su cumpleaños y le besó la frente.
-Rest in peace -se dijo llorando. Llorando mucho.
Desde aquel día, pasa todos los días trabajando junto a su jefe en Esa Cosa. Solo que Wells le prohibió investigar sin su propia presencia. Era un hombre bastante exigente, la verdad.
Pero esa noche se dijo que debía hacer algo...


Estaba sentado en un banco del Paseo Marítimo pensando y contemplando el amanecer...
¿Dónde estaba la investigación? -se preguntó pensando en las noticias que pudo ver hace unas semanas- ahh... cerca del Muelle 1. Eso queda cerca.
Continuó su camino. Estaba decidido a saber algo. No sabía que era lo que iba a encontrar, pero algo iba a saber... De eso no había duda.



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