AEROS, UN MUNDO NUEVO - CAPÍTULO 3: UNA INESPERADA PÉRDIDA

El chico estaba en la entrada de esa ciudad vacía. No tardó mucho en llegar; apenas dos horas bastaron para situarse donde no había nadie.
Lucas era un adolescente flaco y tenía un pelo tan largo que le llegaba a la cintura. Su voz era muy sensual.
-¿Qué pasa, Elena? -preguntaba siempre que conversaban.
El joven pensó que en esos momentos que su pareja tenía algo parecido a unos orgasmos, un placer que recorría en todo su cuerpo cuando salía vocablos de su boca.
Él lo dejó con ella por muchos motivos y a ella le sentó como si un puñal en lo más profundo del corazón se tratase.
Elena Abad no podía estarse quieta en el búnker. En la misma noche, ella se escapó de la estancia del gran búnker para ir al exterior y ver qué es lo que estaba ocurriendo en su apreciada ciudad.
El gran pasillo que separaba unas puertas de otras estaba recargado de luces que molestaban a la vista, la chica lo notó bien.
Le extrañó no ver a ningún guarda de seguridad o un policía. Entonces, aprovechó.
Andó mucho rato por el interminable corredor. A lo lejos, vio el gran portón.
-Sé que puedes, Elena. -dijo para sí- Solo un poco más.
No fue complicado salir del gran recinto: los guardas del pórtico se encontraban en los siete sueños.
-¡Vaya seguridad tan buena tenemos!
Saliendo del edificio donde se encontraba el gran búnker, pensó en su familia. ¿Qué pensaran de ella después de esto?
Una huida unía a esos chicos que en un pasado eran pareja. Ninguno de los dos lo sabían. Ni siquiera Lucas pensaba mucho en Elena, quizá intentó pasar página. Ellos eran una pareja popular en el instituto, igual la presión les pudo.
Elena, sin embargo, sí.
Ella pensaba en su tierna voz; en su forma de solucionar los problemas; en su paciencia; en su largo cabello: y, por supuesto, en la forma de tratarle. Fue un amor imposible, al fin de cuentas.
Estaba muy afectada de la ruptura de su relación con el muchacho.
Elena deambulaba por la noche como cualquier otro día, antes del suceso de La Gran Bola.
El paseo marítimo de la Malagueta era su lugar preferido para desestresarse de su vida académica
y pasear con él.
Sumida en lo más profundo de sus pensamientos, lo vio... Estaba sentado en un banco de la playa junto a una motocicleta, que intuyó que era de él.
-¿Qué hace aquí? No debería...
Paró de hablar. Un policía la seguía.
-¡¡¡ALTO, SEÑORITA!! ¡¡¡NO DEBERÍA ESTAR AQUÍ!!!
Elena continuó en la travesía a lo desconocido. Se acercó, ya fatigada, a la motocicleta de su antiguo compañero.
-Larguémonos a un sitio seguro, ahora.


Carlos empleaba, parte de su inestimado tiempo allí, en pensar. Un inesperado verano estaban viviendo él y su familia. No sabían cuánto iba a durar el transcurso en el búnker. Tampoco sabían cuántas semanas o meses pasaron. ¡Era una espera constante que no tenía fin!
-Puede ser que nos hayan dejado solos -empezó su padre, Ramón- tenemos que hacer un cambio a nuestra rutina aquí, os explico...
Todos estaban expectantes a lo que iba a recitar, menos Pepa.
-Creo que deberíamos salir al gran pasillo. Los que construyeron estas casas se les olvidaron quitar estas copias...
Enseñó unas llaves. Carlos y Lucy le aplaudieron.
-Papá eres el mejor -dijeron al unísono.
-Vale, vale. Muy bien. Esto se va a quedar en nuestro dormitorio. -aclaró mirando a su esposa- Vosotros no podéis salir, solamente Paca y yo lo haremos.
A Pepa le daba igual, estaba muy mayor para tanta movilidad y ganas de vivir. Frunció el ceño con una vista general a su alrededor y se cayó al suelo. Su hija le sacudió con mucha energía. No sentía los latidos del corazón de su madre. A duras penas, Ramón cogió el teléfono que había para cualquier emergencia.
-Oiga, oiga... COÑO, HABLAD DE UNA PUTA VEZ, JODERRRR!!!
Nadie contestaba. Pepa falleció aquel día...
¿Por qué no contestaba nadie al teléfono? ¿Dónde iban a guardar el cadáver?
No había duda. El búnker había cambiado.


-Wilson. Ven, Wilson. He visto algo. -Wells estaba emocionado por lo que había encontrado en lo que pensaba que era un meteoro.
-Creo que está tapado por una capa... Como si estuviera guardando un tesoro... Una capa de roca que guarda algo...
Los científicos se encontraban en la orilla investigando La Gran Bola y hallaron la solución a la incógnita que duró unos dos meses largos.
Bajo la capa, vieron una nave con una palabra incrustada: AEROS...

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