LA GUERRA DEL INSTITUTO - CAPÍTULO 6: ¿UNA PROFECÍA?

-Estás en peligro...
Sí, se volvía a repetir ese extraño sueño. Ahora más confuso. Esta vez, seguía por donde se cortó la última vez.
-¿Vas a hablarme, señor?
Dijo que es a quien debía seguir y que yo estaba en peligro, pero nada más. ¡Ni una sola palabra más! Eso sí, tenía una voz ronca.
-¿Por qué no me contestas? ¿Voy a morir? ¿Eso intentas decir?
-No soy nadie ni nada para contestar esas barbaridades. Solo soy un triste anciano de larga edad que tuvo mala suerte antaño -antes de continuar paró unos diez segundos para llorar y reír, a la vez. ¡Reír y llorar es muy contradictorio! ¿Verdad?
-Solo soy alguien que posee esa asquerosa profecía. ¡Maldito el día que la escuché! Mejor dicho, ¡malditos todos estos días que la escucho!
-¿Cómo?
-Sí sí. Todos los santos días la escucho, me la sé de memoria... ¿Te cuento lo que contiene?
Me quedé con la intriga cuando sonó el despertador que da comienzo un nuevo día, pero en el mes de Febrero.
Lo que soñé no podía ser un simple sueño, eso seguro.
El anciano del sueño era tan oscuridad como yo. No pude apreciar el rostro.
Ahora sabía más. Él era el portador de una... ¿Profecía? A lo mejor, ¿era una profecía sobre mí?
Aquella mañana le di vueltas a la cabeza sobre el tema. En clase de historia Jack me pegó una hostia importante en la nuca, ¡qué dolor!
-¿Qué te pasa hoy, Frank? -me dijo en voz baja mientras el profesor explicaba algo sobre la dictadura de no se qué.
-Nada -mentí.
Al tocar el timbre que da comienzo al descanso del recreo, fui a buscarla.
Se encontraba sentada junto a Isidro, claro...
-Buenas chicos. ¿Podría hablar a solas contigo? -pregunté mirando a Michelle. Ahora que lo recuerdo, utilicé un tono de alegría bastante exagerado.
-Cla... Claro. Sí. Ahora vengo cari.
¿Cari? ¡Qué formas de llamar a una pareja son esas! En fin... Le besó y él le contestó con un enérgico achuchón. 
Estuvimos caminando hacia una zona apartada... ¡El cuartillo de limpieza!
Un lugar apropiado para hablar de un tema, digamos, serio. 
Parte de la conversación trató de la liga juvenil.
-Ahora estamos en sexta posición. Hemos dado un bajón grande... Todavía quedan diez jornadas.
No pretendía hablar de como me iba en el equipo. Michelle era una amante de fútbol y la literatura, desde luego.
Intenté decirle lo que sí quería compartir con ella.
-Dime, dime. Para eso hemos venido Franklin, ¿no? -me ayudó ella. Yo, asentí.
Me costaba. Me costaba muchísimo. Ella significaba mucho para mí. Empecé a relatar la historia tranquilamente: conté lo que había sentido todo el tiempo de ella; cuando me enamoré al conocernos mejor al finalizar un partido de liga contra el Madrid; y terminé con el suceso de la biblioteca. Me sentí de maravilla. Me desahogué y me sentó genial.
-Franklin...
-No... No te preocupes por mí. No pasa nada. Sentía que debía decirte todo esto y... Lo he hecho. 
Se fue. Noté caer lágrimas desde sus preciosos ojos hasta el suelo. Tal vez, no volvería a hablar conmigo... Nunca más.
¿Querrá ser mi amiga en un futuro? Seguro que se encontraba destrozada después de aquello.


La semana pasó lentamente. Los días largos hacían amargar mi existencia. Jornadas llenas de las pruebas orales y escritas finales del trimestre.
-¿Dónde está Christopher? -me preguntó Sergio cuando salíamos de la clase de francés junto los demás integrantes de nuestro grupo.
-Ni idea -me encogí de hombros- Hace días que no lo veo por aquí. 
De repente, Jack cabreado dijo:
-Que alguien me cuente que le he hecho. ¿Qué le hemos hecho? ¿Algo malo?
-En absoluto, Jackie -le tranquilizó nuestro guía, Marcel.
Marcel es una persona que admiro mucho por su destreza de calmar las situaciones como Sergio y a la hora de orientarnos, es una fiera. Alguien que vale la pena pasar el tiempo... ¡Basta de ñoñerías!
No puedo evitarlo... 

Christopher era alguien del pasado. Mi grupillo no le daba importancia. No iba al instituto. ¿Estaría malo? ¿tramando algo, tal vez? Si le hemos hecho algo, ¿por qué no viene y da la cara? Nosotros teníamos la conciencia tranquila, desde luego.
Hasta los profesores se acostumbraron a las faltas de nuestro antiguo amigo.
Los exámenes finales no los hizo... Sin embargo, yo sí. El instituto es un sufrimiento constante.
¡Estudiar y estudiar! Estudiar para ser un futuro banquero o un notario amargado en su oficina con ganas de ir a su casa o suicidarse. Lo cual es un poco exagerado. ¡Perdón a todos los banqueros y notarios del mundo!
Lo bueno es que Semana Santa estaba a la vuelta de la esquina. No me gustan la procesiones...
Esa semana la pasé con mis amigos. Quedamos varios días: un día fuimos de copas, un sinónimo de beber un triste y simple vaso de agua; jugamos mucho al escondite, por supuesto; y pasábamos tardes viendo películas o comiendo pipas y criticar a la gente. ¡Uno de mis mayores hobbies!
¡Mis amigos son la leche! Papá, Mamá... No os ofendáis... ¡Os quiero!
Con esto la semana dio a su fin bastante rápido.
El domingo antes de empezar la tercera evaluación, volvió a pasar... Se volvió a repetir por tercera vez el sueño desde donde se cortó, pero vi a alguien muerto en un lugar.
-Sí, es alguien importante. La profecía va sobre ella...-me explicó el anciano mientras nos hallábamos en el instituto.

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