FANTASMAS DEL PASADO - CAPÍTULO 1: LA MUJER DEL PARQUE
Era viernes por la mañana en un día como otro cualquiera. López paseaba con su gran amigo Wilson, un chucho de unos cinco años que estaba muy unido a él.
Aquel día, mientras recogía con una bolsa lo que había dejado Wil, una mujer corría sin aliento hacia ellos dos.
-¿Qué le pasa a esta vieja chocha, Wil? -le susurró a su compañero cuando estaba agachado.
López le echó unos sesenta años. La señora vestía con una ropa sencilla, pero una falda corta mostraba sus bragas. Cabe decir que no es que le importase mucho. Bien cierto era que estaba nerviosa y ansiosa de decir algo. ¿Qué tenía que decirle una mujer cincuentona a él? Tampoco la había visto por el barrio, ni mucho menos.
Wilson se puso a ladrar sin pausa con energía.
-¡Que no llego, que no llego! -la mujer no parecía prestar mucha atención a ellos-
¡Dios santo bendito! Al final me caigo...-En efecto, se había caído. El joven López no quiso darle importancia.
"Se levantará sola"...
-¡Es que no hay ni un solo muchacho o una muchacha que venga a ayudar a esta pobre anciana de casi setenta años!
Eso fue lo que hizo a López cambiar de opción. Se dio cuenta del vacío de la calle. Solo estaban la mujer y ellos.
Wilson ayudó a su fiel amigo levantar a la vieja.
-Vaya con Dios, joven. ¿Cómo te llamas, hijo?
-Lo... López. As... Así me llaman.
-Tranquilo, no te voy a matar. -y rió- ¿López solo? Eso es solo un apellido...-descubrió la buena mujer.
No le gustaba la estructura de su nombre y, por supuesto, le gustaba menos que le llamaran por su nombre completo. En su época de estudiante lo pasó realmente mal.
-Sí. Nada más. -mintió- Sabe, tengo prisa.
Suerte con lo que sea que vaya a hacer. Se le veía nerviosa...
-Bueno, ya ve. Mi marido me espera en el hospital, bueno en... -empezó a llorar- e... En el... Ce... Mente... Rio...
-Mi más sincero pésame.
-¡IMBÉCIL! MI MARIDO NO ESTÁ...
López no recordaba más. La mujer se desvaneció cual fantasma.
La situación le pareció extraña.
Nunca le había pasado nada tan surrealista.
Aquel día, mientras recogía con una bolsa lo que había dejado Wil, una mujer corría sin aliento hacia ellos dos.
-¿Qué le pasa a esta vieja chocha, Wil? -le susurró a su compañero cuando estaba agachado.
López le echó unos sesenta años. La señora vestía con una ropa sencilla, pero una falda corta mostraba sus bragas. Cabe decir que no es que le importase mucho. Bien cierto era que estaba nerviosa y ansiosa de decir algo. ¿Qué tenía que decirle una mujer cincuentona a él? Tampoco la había visto por el barrio, ni mucho menos.
Wilson se puso a ladrar sin pausa con energía.
-¡Que no llego, que no llego! -la mujer no parecía prestar mucha atención a ellos-
¡Dios santo bendito! Al final me caigo...-En efecto, se había caído. El joven López no quiso darle importancia.
"Se levantará sola"...
-¡Es que no hay ni un solo muchacho o una muchacha que venga a ayudar a esta pobre anciana de casi setenta años!
Eso fue lo que hizo a López cambiar de opción. Se dio cuenta del vacío de la calle. Solo estaban la mujer y ellos.
Wilson ayudó a su fiel amigo levantar a la vieja.
-Vaya con Dios, joven. ¿Cómo te llamas, hijo?
-Lo... López. As... Así me llaman.
-Tranquilo, no te voy a matar. -y rió- ¿López solo? Eso es solo un apellido...-descubrió la buena mujer.
No le gustaba la estructura de su nombre y, por supuesto, le gustaba menos que le llamaran por su nombre completo. En su época de estudiante lo pasó realmente mal.
-Sí. Nada más. -mintió- Sabe, tengo prisa.
Suerte con lo que sea que vaya a hacer. Se le veía nerviosa...
-Bueno, ya ve. Mi marido me espera en el hospital, bueno en... -empezó a llorar- e... En el... Ce... Mente... Rio...
-Mi más sincero pésame.
-¡IMBÉCIL! MI MARIDO NO ESTÁ...
López no recordaba más. La mujer se desvaneció cual fantasma.
La situación le pareció extraña.
Nunca le había pasado nada tan surrealista.
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